jueves, 25 de febrero de 2010

¿QUIÉN HA DICHO QUE EN FRANCIA SÓLO HAY QUESO?




Hola Martine,

He vuelto, sí, he vuelto. Me he vuelto francesa, bueno, me han dado ganas de serlo de lo bien que me lo he pasado. Empezaré contándote cronológicamente cada una de mis peripecias como digna heredera de alguien muy torpe, muy chistoso y muy peliculero que todavía no sé quien es, pero que seguro que existe.

Intentaré hacerte una resumen de lo mejor del día cómo en los menús de restaurante.

La primera jornada comenzó después de trabajar cuando me fui ansiosa por dormir en un hotel con bañera donde poder llenarla sin cargo de conciencia, pero al ver mi súper habitación, la cual resultó ser un agujero negro lleno de humedad y olor a polvo barato mezclado con el del cigarro de « después » , decidí salir, ir andando a la Tour Eiffel  y esperar a que dieran las 22.00h para verla arder en destellos. Después caminé un poquito más hacia Trocadero para dejar que los negritos me asediaran intentando venderme torres Eiffeles fluorescentes (si nadie más me acosa, tengo que recurrir a esto para sentirme querida), y volví al hotel resignada a darme una triste ducha, triste, pero larga. Si hubiera estado la mampara bien sellada con silicona habría hecho una bañera vertical, pero sólo conseguí encharcar el suelo.


El segundo día al salir de la sede, me fui feliz dispuesta a exterminar toda la ropa decente de la friperie que ya prometía desde la distancia. En efecto encontré la tienda escondida en un portal sin número, en un patio sin luz y en una puerta cerrada sin timbre, pero cuando la abrí era el paraíso del Vintage, bueno, bonito y barato. Tengo material para hacer sesiones de fotos de lo más Josefo.

Algo que saco de positivo de mis defectos que se reflejan más en los viajes, es que el barrio de  République me lo conozco como la palma de mi mano puesto que como de costumbre me perdí para encontrar el nuevo hotel. Más tarde quedé con Chloé en la Motte Picquet, me enseñó su habitación/estudio/todo en uno, en el que puedes cocinar carne estofada mientras haces caca, pero que tenía vistas a “Les Invalides”,  todo un lujo para ser Paris. Cómo sólo tenía una silla y comer sentada en el WC, aunque sea con la tapa bajada, me daba un poco de repelús, nos fuimos a un restaurante a comer un buen filete con una especie de pastel de patata. Marujeamos a 0º grados en un banco de la avenida, fumamos y nos fuimos a dormir.

El tercer día comenzó con un paseo por una de tus aconsejadas rutas del 3ème arrondisment en el que adquirí una colección de películas de los Hermanos Marx con los subtítulos en finlandés, ( es para ir desarrollando mi capacidad para los idiomas, los hablados verticalmente y los expresados horizontalmente).

Por la noche fuimos a cenar a casa de tus amigos dónde me sentí verdaderamente alagada porque todos me miraban como si hubieran visto un Pez globo en una pecera, pero más tarde entendí que es la manera que tienen los parisinos de hacer la primera radiografía a un invitado desconocido. Cuando verdaderamente me sentí integrada, me di cuenta de que me había acostumbrado al acento y comenzaba a comprender  lo que decían, sorprendentemente fue en la conversación  donde se debatía si la piel del clítoris era más sensible que la del pene. Creo que lo de tener la mente sucia me ayuda a aprender idiomas. Todos muy simpáticos y muy agradables, en contra de la imagen que tenemos de los parisinos de pura cepa. 
Me quedé con las ganas de conocer al hombre que tiene las mismas gafas que yo, hecho que me entristeció dada la escasez  de individuos que las llevan. Nunca me imaginé que tendría fantasías con alguien que tiene las mismas gafas que Paco Umbral. Otra vez será.

El 4º día nos recorrimos todo París habiendo estafado a la Régie Autonome des Transports Parisiens comprando un billete con tarifa de estudiante cuando lo único que estudio a estas alturas de mi vida es la fisonomía de los hombres con los que me cruzo en el Mercadona (pequeños placeres de la vida). Fué el único día turístico, pero no porque fuéramos turistas, sino porque nos hartamos de pegarles empujones. No controlan sus mochilas y cuando una es petite, jode que te despeinen con las cremalleras de los bolsillos pequeños.

Arrasé con mi proyecto Polaroid, creo que habría ganado más dinero que el chico que hacía malabarismos con un balón de fútbol en el Sacré Coeur si le huera cobrado a los “modernos” de allí por verme cambiar el cartucho o haciendo una foto. Si fabricaran más películas, lo utilizaría como estrategia para ligar. Lástima!

Por la noche fui a ver individualmente (es que si digo sola, siendo soltera queda muy triste) la peli de Gainsbourg (Vie heroïque), me sentí bien, pero cuando a la salida me di cuenta que nos habían echado del cine por otra calle que no conocía y a las 00.30h de la noche, me cagué en todo por tener que sacar el mapa para ubicarme mientras alguien seguro que pensaba “mira esta gilipollas que parecía que era de aquí y no sabe ni volver a casa”- así que lo saqué  disimuladamente como si fuera un Kleenex para sonarme los mocos, y conseguí llegar al hotel en perfectas condiciones.

El último día quedé con Rogelio para ir de tiendas una vez más, pero con mi especial sentido de la orientación para encontrarlas, acabamos perdiendo toda la mañana buscando cómo ubicarnos entre tanta calle. Ahora mi mapa neuronal es de Paris. Por fin llegamos al Bistrot des Victoires donde tuvimos una experiencia orgásmica con un entrecôte y con una Tarta de chocolate (Ahora para mi el sexo es secundario). Lo que nos hizo darnos cuenta de que en España comemos la comida del supermercado de Smoby con el que jugábamos a ser amas de casa cuando éramos pequeñas. Muy bonita pero con sabor a plástico. Para bajar dichos manjares fuimos a un par de tiendas y  al atardecer visitamos el cementerio de Montparnasse, llegamos a la tumba de Gainsbourg alias “Tête de Chou” e interactuamos con un fan cuarentón  que no paraba de fumar y beber  mientras escuchaba sus canciones, de hecho nos ofreció compartirlas con nosotros al igual que la petaca de Whisky y el tabaco, pero sólo accedimos a lo primero porque sino, habríamos acabado los tres encarnando el personaje de Gainsbourg de verdad, y sinceramente no nos apetecía morir a los 63 años de un infarto por inhalar humo como si fuera oxígeno.

Al final me dió tiempo a ir al hotel (porque a pesar de tener categoría de hostel para mí tenía la calidad de un hotel), charlar un poco con el chico de la recepción (majo y español, aunque lo de majo yo creo que era por que nació en Madrid), y me fui como un rayo a coger el avión hasta que ...... voilà!

He de decir que cuando vas a Paris tienes que prepararte un presupuesto para alojamiento, comida, transporte, ocio y lo más importante, para hacer pipí.

Supongo que tardarás semanas en leer esto, así que para el mes que viene me preguntas por algún detalle que desees conocer ;)


Un achuchón y gracias por tu guía personalizada.

2 comentarios:

  1. Recuerdo un día en el que no tenía ni una mísera moneda y tuve que pedir limosna para poder utilizar un toilette, tampoco llevaba billetes, hubiera pagado lo que fuese!! Veo que te lo has pasado muy bien y has disfrutado tu viaje...genial por tus nuevas adquisiciones Vintage...queda pendiente la sesión! no me olvido!! Un beso

    ResponderEliminar
  2. buenisimo el texto, como me he reido....eso si, leer lo del estofado y la caca, me ha dado un poco de palo, ya que tengo a mi padre en la cocina cocinando un maravilloso perolo de estofado para comer.....ju!!!

    Laia

    ResponderEliminar